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Diferente

El frío se lleva las esperanza ante la única opción de correr. El águila surca los cielos con fuerza, sabe que si no consigue presa esta noche, el invierno jamás acabará para ella. No importa la debilidad de la presa, es ella o aquellos que intenten zafarse de sus garras. Las campanas ya avisaron de que se avecinaría una noche de terror entre las calles cortas pero intensas del pueblo. El último adiós para aquellos que nos acompañaron por nuestros días, para aquellos que nos aceptaron tales como éramos. No hay dolor para aquellos por los que su razón de morir son unas idas, pues se convertirán en héroes y creerán que su batalla incansable por defenderlas habrá servido de algo si sus palabras se convierten en un espíritu indestructible por la fuerzas enemigas. Nosotros moriremos por haber nacido en un tiempo complejo, un tiempo en el que nuestras diferencias significan condena y represión. No podremos levantar los brazos para pedir socorro, sólo podemos agachan la cabeza y mirar al suelo, engañarnos una vez más pensando en que todo ésto tuvo sentido aunque fuere por un segundo.

Las familias intentan eternizar eso abrazos un segundo más al agarrar a sus guerreros con todas las fuerzas que el hambre y el cansancio les dejas regalar. Cada uno eligió el bando en el que combatir, las palabras que creer y las consecuencias que habría en caso de caer en las manos del enemigo. La guerra es el juego de la vida: gana el más fuerte hasta el día que pueda imponerse, el día que otro más fuerte llegue, se acabó. Las lágrimas derramadas son limpias, transparentes como el más bello cristal, pero no todos merecen ver ese elixir del perdón que con sólo tocarnos el destino no nos parece tan cruel. Ellos lucharon con nosotros aun sabiendo que nosotros no seremos los buenos y serán castigados por aguardarnos en sus casas. Todos fuimos hermanos cuando nuestros padres y los suyos nos protegían indistintamente por una batalla indeseado por todo país, esa en la que algunos de nuestros hermanos decidieron traicionarnos e irse al lado del lobo hambriento.

Las banderas se hondean en un lado y otro. Sus colores diferentes hacen presagiar que la única manera de imponer una sobre otra será el aplastamiento del lado contrario. No hay leyes morales en la guerra, pues los animales son egoístas y no piensan compartir su comida. La violencia es algo que no todos eligen, pero de ella disfrutan su mayoría. Su cerebros completamente llenos de ideas de las cuales nunca fueron dueños, pero que se encargaron de dejarlas bien marcadas para no tener dudas. La mentira es algo por lo que parece que sin nosotros saberlo ha sido en su mayoría las razón de la mayoría de las batallas. El gallo que canta más alto y se hace escuchar es aquél que tiene más gallinas escuchándole. Cuando su discurso no llega más lejos, tiene que pelear con el gallo de al lado para conseguir que otras gallinas -compartiendo o no sus ideas- escuchen las del gallo campeón. Pocas veces veremos al gallo campeón entrar en batalla, pues es él quien más tarde pone la medalla al honor. El ser humano es una fuente inmensa de estupidez en la que se destruyen de unos a otros.



La guerra por fin ha terminado para nosotros. El miedo puede reflejarse en el rostro de mis compañeros. Sus últimas fuerzas y ganas de combatir se reflejan en sus intentos forzados por no llorar. El orgullo invade a algunos, la incomprensión a muchos de la situación. Parece que morir fusilado ante un puñado de hombres arremetiendo contra nuestros cuerpos es un motivo para el orgullo de unos hombres idealizados sin voz ni voto. En cambio unos pocos seremos los que moriremos hacer cosas que debido a nuestra condición no nos está permitido. Nosotros no tenemos la culpa de que ser diferente tenga que ser castigado por una sociedad que todavía no ha sido capaz de imponerse a la iglesia o tomar diferentes caminos. No es el único mensaje que se toma como dogma en ésta sociedad, por eso quizás en otro época muy lejana dejaremos de encontrarnos perdidos por las sendas de un mundo donde el ser humano no sabe pensar si que alguien le diga cómo. Somos nosotros quienes tenemos que cargar con el peso de una sociedad que nos reconoce como enfermos, personas sin criterio y sin nada que decir.

Aún la gente no entiende que nacer de una u otra forma es algo que nosotros no podemos elegir. Si nuestra conducta es diferentes es algo que debemos corregir porque nosotros estamos equivocados y ellos son los únicos dueños de verdad. Si algo no debe quedar claro es que no por ello no vamos a callarnos, a darles la razón porque crean llevarla y que no necesitamos la compresión de todos, sólo que nosotros somos personas como cualquier otra, aunque a veces nos gusta pensar que no. Muchos son los que se han atrevido a hablar de amor, pero no son capaces de entender de que nuestro sexo y el de nuestra pareja es algo que no debe importar porque no hacemos daño a nadie con ello. Van a matarnos por nuestra condición sexual, no por unas ideas, no por ser más o menos inteligentes, violentos, agitadores... Es incomprensible para nosotros pues tuvimos que escondernos durante años, no poder expresarnos entre nuestras familias y caminar de la manos con nuestras parejas. Que nosotros pensamos que es injusto parece que es algo que a nadie le importa.

Nuestras vidas se desvanecerán en segundos, no habrá forma de escapar de una muerte segura y por ello deberíamos sentirnos desgraciados. Yo no siento miedo a la muerte, me he cansado de predicar en el desierto, de intentar encontrar oídos que realmente sean tolerantes, porque al final todos nos juzgan y nos aceptan a medias. Quizás la muerte sea la mejor opción, puede que con suerte la vida nos de una oportunidad en otro lugar donde las personas diferentes tengamos que explicar por qué somos así y que no nos importa ser nosotros mismo. No pienso pedir clemencia a nadie que no se haya esforzado por entendernos, por ni siquiera escucharnos. Puede que su batalla pueda justificar éste acto, pero no podrá evitar que hayamos amado y que nuestras vidas las hayan llenado personas que de verdad merecían la pena. Nunca me arrepentiré de ser quien soy.




El silencio se hizo tras el impacto de las balas. La sangre se mezclaba con la tierra bajo los cuerpos agonizantes que ya no podían escuchar nada más. La luna llora porque le han arrebatado a su hijo, a su hermano, a su tío... Sus mujeres se encargarán de recoger los cuerpos para poder devolverles a la tierra que jamás les concederían tregua por pensar como lo hicieron. Hay algunos que se quedarán allí hasta que los carroñeros les despiecen para alimentarse con sus restos, pues parecen que puedan contagiar a otros su enfermedad. No hay tregua en la incomprensión, da igual del lado que combatieras, de haber sido familiar o no. Somo hijos de nuestro tiempo, un tiempo verdaderamente enfermo.

2 comentarios:

  1. Me ha encantado, de verdad. Perfecto y muy emotivo.

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    1. Muchas gracias por tu comentario. Es agradable saber que te haya gustado. Espero que la gente se pueda sentir identificada con este texto y que otras puedan reflexionar a cerca de esto. No todos somos tan tolerantes como nos gustaría creer. Ya sabes que tus comentarios siempre son bien recibidos. Hasta pronto.

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