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Consumido

La tarde se ha consumido entre los cigarros y mis libros. Llevaba toda la tarde encerrado en mi habitación, aislado del mundo. En mi habitación no suele entrar nadie y si lo hacen es para observar mi biblioteca con sus libros de diversos temas. No me gusta que la gente altere mi espacio más personal pero creo que eso es algo que la gente más cercana sabe de mí. No hace falta que diga que me resulta incómodo que la gente venga a buscar qué hace tan misteriosa esa habitación, simplemente mi cara debe de ser un poema cuando alguien la invade sin mi permiso y aprobación. Es de las pocas cosas que tengo de las que puedo decir que sólo es mío, porque del resto no me atrevo afirmarlo. Puede que la gente no entienda esta obsesión, pero no es algo que a estas alturas de mi vida pueda importar. En ese lugar no hay relojes que me puedan marcar el tiempo, ni que puedan obsesionarme para creer que lo estoy perdiendo.

No sabía la hora, pero como si algo dentro de mí me llamara, era la hora de marchar a caminar. Hay días que esa llamada viene en lo más interesante de la novela, otras veces viene como salvación porque no consigo entender algo después de la tercera vez que leí la página pero esta vez no cortaba nada y no me salvaba de nada, simplemente cogí mis cosas para disponerme a salir. Tras coger el abrigo, mi sombrero y mis cigarros solo atravesar la puerta me separaba del mundo real y el ficticio. Mi casa es un fuerte de los caballeros más valientes de la Edad Media para que nadie pueda atacarnos con mentiras del mundo moderno. Inevitablemente tenía que anunciar mi marcha a él para poder tomar fuerzas y seguir más tarda con aquello que era mi vida más tarde.

Ya era de noche. Había pasado ya el frío invierno, pero eso no quería decir que el día se impusiera por siempre. El camino siempre era el mismo cada día hasta llegar al puerto. Allí es donde podía ver a los barcos venir y marcharse sin la necesidad de despedirse. Yo envidaba a esos grandes navegantes del mar que venía y marchaban muchas veces sin despedirse por completo. Creen que conocer el mar les da derecho a navegarlo tranquilos y con muchas esperanzas para volver más tarde. En mi caso no podría ser así, tendría que despedirme cada vez que hiciera un viaje y a pesar de que lo mejor para mí sería no volver, el miedo de sentirme solo me invadiría de nuevo y tendría que volver como si siempre hubiera sido mi intención volver en todo momento. Los grandes piratas no tenían por qué pisar la tierra en meses, ni dar explicaciones a aquellos que se encontraran allí porque creían que su gran premio de amar el mar sería encontrar grandes tesoros que les hicieran sentirse correspondidos. Un pirata puede tener el tesoro mayor del mundo pero nunca le pertenecerá eternamente, tendrá que cederlo a otros que más tarde irán a buscarlo tras su muerte. Un testamento donde sólo se busca encontrar un mapa donde se encuentre el tesoro, pero el pirata deja todo en sus últimas palabras donde quiere deshacerse de algo tan inútil como un tesoro. El pirata busca dominar los mares, no tener dinero que entre las olas no pueda gastar ni eternamente mantener.


La gente no suele frecuentar esta zona donde tras la llegada de todos los barcos del pueblo al anochecer. Es como si la soledad de mi habitación me acompañara a todas partes sin importar el lugar donde esté. Quizás eso pueda ser duro para alguien que está acostumbrado a la compañía de otra personas, yo en cambio ya hace unos años que me incomoda la presencia de la mayoría de las personas. Cuando has abierto tu corazón sin que nadie haya podido entenderlo, es muy frustrante y decides evitar todo tipo de relaciones antes que hacerte pasar por otra persona completamente diferente a ti. Las mentiras son algo que hacen de tu propia persona algo distorsionado y alejado, algo que si es recurrente, llegará el día que no sabrás quién eres.

El tabaco es de las pocas relaciones que conservo de mi juventud. No me interesa deshacerme del tabaco, es el único que me pide un nombre, un recuerdo y unas expectativas para complacerle. Seré un cobarde, pero no me interesa cambiar, es todo demasiado superficial. El tabaco es algo que me da en pequeñas dosis la calma y la paz que me hace no entrar en éxtasis sin saber cuál será el resultado de ello. Son unos minutos de placer, sé perfectamente que me perjudica, pero como cualquier otra relación pero esta puede acabarse dar explicaciones, sin decir adiós. A mi me gustaría ser como una cigarrillo. Algo muy corto que te contamina, te hace sentirte bien, se consume y cuando ya no eres necesario se cogen a otro que les pueda proporcionar algo parecido a ti. Algo que pase por dentro, te acaricie y no te haga daño mientras haya sido yo el único que haya pasado por allí, pero que habiendo sido uno de los miles te haga dejarlo para siempre si quieres seguir viviendo. Una forma de matar poco a poco siempre que se desee la muerte. Una de las formas de matarse más baratas y fáciles de conseguir. Muchos quieren dejarlo, otros que lo dejes y yo como otros, prefiero seguir acortando mi existencia por si algún día necesitase ayuda para levantarme de la cama.


Pocas cosas cambian de un día para otro en este mundo para mí. Lo único diferente son las portadas de los libros que duran poco sacados de la estantería antes de volver a ella tras acabarlos. Pocas cosas me sorprenden ya. Los periódicos son algo con lo que evito entrar en contacto, no soy nadie que pueda cambiar el mundo. No sé cómo van las cosas un par de kilómetros más allá, pero no me interesa alterarme por batallas que no son las mías. Mis batallas se encuentran en esos libros. Son los únicos que pueden revelarme mi única verdad, la verdad de mí mismo. Soy egoísta, pero la vida me ha enseñado de no recibir un daño innecesario por personas que jamás vayan a agradecértelo. El mundo me dio la espalda en cuanto a mi discurso, ahora le doy la espalda apartando mi mano y apartando mi vista.

Puede que me halle perdido entre tanta ficción, pero soy viejo para levantarme contra el mundo entero, recibir golpe y que ello no me deje dos días tirado en la cama sin poder hacer más. No puedo recibir golpe mayor que el que me mostraron en la juventud y no quiero curar más heridas que nadie se preocupará en ver conmigo cicatrizar. Cuando alguien te acompaña siempre queda la posibilidad de que te ayuden a levantar sin dejar un segundo pasar, cuando estás solo llega un momento en que intentas por todos los medios no caer más porque tú y sólo tú serás la única persona que te pueda poner en pie.

Hay días en los que levanto exaltado, busco corriendo en la ventana el rayo de sol que me diga que la vida sigue, que me concede otro día.





2 comentarios:

  1. Yo ya estoy en el camino de no levantarme contra el mundo entero, como digo yo... con salvarme a mí misma ya tengo bastante; no es fácil, siempre rodeado de gente que quieras o no te implican en cosas que ni siquiera son tu responsabilidad, y a veces caes en volver a intentar salvar.
    Agotador.
    Estaría bien tener alguien al lado que te acompañe, ¿existe?
    También estoy en el camino de levantarme sola y como puedo, no siempre recibes lo que necesitas.
    ¿No es más doloroso eso?

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    Respuestas
    1. Son tristes tus palabras, me enturbian. ¿Quién te podría acompañar ni siquiera a veces eres tú de entender lo que te pasa a ti mismx? Claro que es duro.
      Ya no sé cómo darte las gracias por darnos tu punto de vista. Gracias, de verdad. ¡Un saludo!

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