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Odio a ti mismo

Las gotas de sangre derramadas se mezclan con la tierra que no puede absorber tal cantidad. Los ojos ya no pueden mantenerse abiertos por un segundo más, pues no pueden soportar el infierno que han tenido que observar. Esta batalla nunca fue para mí, más no hubo otra cosa más que obsesión por formar parte de ella. Ahora que puedo ver con claridad, nunca tuve realmente relación con mis compañeros, es más, nunca supe contra qué realmente estaba disparando, sólo me prometieron la cumbre del ser humano tras el último hombre. Todo en un abrir y cerrar de ojos, sólo mirando hacia delante, contra todos, incluso contra mí mismo tendría que dejarme la piel y todo aquello que quisiera desprenderse de mi cuerpo y abandonarme. No había nada que realmente mereciera la pena echar de menos. Había que darse cabezazos contra la pared hasta que ésta reconociera que no era indestructible y nos diera la razón, no importaba el número de veces que lo hiciéramos.

Puedo ver la rabia de los que aún siguen combatiendo. Sus caras parecen todavía creen en que esa es la solución y que es la única. Son personas que necesitaron perderse para poder encontrar a otras que tuvieron que construir a partir de las ideas que nublaron su cerebro. Puedo imaginar cómo se sentían, cómo creían haber encontrado la solución a todos sus problemas, pero lo único que hicieron es crearse unos nuevos para poder abandonar sus vidas carentes de sentido y vitalidad. Sus brazos llenos de cicatrices son el fiel reflejo de un cuerpo herido que parece encerrar una bestia que tiene ganas de salir y devorar todo lo que quedaba antes. No hay restos de la compasión y el perdón tras esos hombres, sólo las ganas de destruir todo aquello que pueda traerles recuerdos de un pasado decadente y poco reconfortante. Las balas atravesarán cuerpos vacíos a los que sólo les mueve el instinto y la voluntad. Mantienen dominada su debilidad.

La noche no da tregua a los gritos que se llevan almas rotas que marchan sin rumbo. El viento golpea con fuerza. Los carroñeros esperan su turno para poder comer la carne mientras aún siga caliente. El resto de animales miran atentos el momento justo para hacer terminar la batalla. Ahora son los animales quienes nos contemplen. pues a diferencia de nosotros sólo esperan que pronto se acabe, pues quieren volver a casa tan pronto como les sea posibles con aquello que salieron a buscar y que dará de comer a sus crías. El horror se reflejan en sus ojos, sus dientes asoman y tiemblan ante el miedo de encontrar a bestias aún mayores. Sólo quedarán el resto de las últimas lágrimas de cuerpos arrastrado. Para mañana no habrá rastro de seres humanos que combatieron en aquella tierra. No habrá que esperar más para saber que no habrá ser que salga vivo o con la suficiente fuerza como para huir de aquél lugar y de aquellas imágenes que no podrán olvidar con facilidad. Imágenes que quedaron atravesadas para decir adiós a la salud de unas mentes que rozaban el abismo.


No hay testamento proveniente de estos seres. Todo lo que les queda morirá con ellos. No habrá nada con lo que poder mantener de esas palabras que no dejaban cerrar la herida abierta. Infelicidad por seguir viviendo por encontrar más allá su verdad. No supieron adaptar el mundo a las palabras que no provinieron del ser divino, pero que se clavaron en su mente como si así hubiera sido. No hay dios que recoja en el cielo a los enfermos ignorantes de sus palabras y faltos de ceguera por su sabiduría. Pues son los gritos llevados por el viento lo único que podrá recorrer el mundo hasta su desvanecimiento y lo poco que algunos privilegiados podrán apreciar. No habrá ángeles que recojan sus cuerpos demacrados para limpiar sus heridas y devolverles a la pureza que algún necesitaran. No habrá perdón para aquellos quienes eligieron caminos alternativos, así que no valdrá con arrepentirse en el último momento de todo. Con las rodillas y arrastrado toda la vida habrás tenido que estar para poder acceder al paraíso que quedó negado para estos desamparados.

Todo ha terminado y nadie lo entiende. Las miradas de incomprensión son el premio a tu victoria. Miradas que se clavan como espinas al intentar salvar la última flor. No habrá en tus manos más que yagas y dolor, pues no hay nadie que quiera ayudarte a cerrarlas. No importa lo mucho que perdieras o ganaras en el camino, tú eres la única persona que sabrá lo que realmente habrás obtenido de todo esto. Dejaste todo a un lado por cumplir tu sueño, pero nadie te apoyó por cuando realmente lo necesitabas. Todo fue un error decían y así fue como poco a poco supiste que no habría nadie al final de la salida. Siempre supiste que los sueños son algo que te aleja de las personas que quieres pues ellas son algo que no te pertenecen y algo que jamás podrás retener para siempre. La ideas se graban en tu cerebro con tinta imborrable y por mucho que quieras huir de ellas, jamás podrás. Por ello elegiste combatir solo, no esperar nada de nadie que te respaldara, pues siempre fueron mejores las noches en que los tuyos eran tus únicos problemas.

Siempre creíste en la posibilidad de rozarlo con tus dedos. Todas la tierra cayendo sobre  ti tras haber tocado el cielo. No hay perdón para aquellos que desafían las leyes modernas sin resentimiento y sin clamar perdón. No te arrodillaste ante aquellos que llevaban una corona que robaron cuando tuvieron la oportunidad. Nadie entendió que la autoridad no es algo que se impone, sino a algo o alguien se le otorga para poder serte de ayuda. Siempre supiste que la religión es un conjunto de ciegos dando golpes al aire intentando encontrar la razón a su existencia, mientras tu sabías que el único valor y criterio era el tuyo. Caminaste por cada una de las tierras sin dejar que nadie pudiera anticiparte lo que había al otro lado. Encontraste en el mundo actual una mentira por la que no habría motivos para creer. La ley del más fuerte fue la tuya, tú contra todos e intentando evitar la mayoría de las batallas posibles contra rivales perdidos por el fango del miedo a caer solos. La única batalla válida era contra ti y tus posibilidades.


El perdón no es algo que puedas ganar con tus actos, pues no es algo que lo demás puedan contemplar con la tranquilidad necesario. Algo que proviene de dioses pero que la única forma de alcanzar es aceptándote a ti mismo. Algo que comienza desde las primeras irregularidades en tus carnes, hasta la idea más horrible que pueda pasar por tu cabeza. Nunca habrá perdón para aquellos que intentan buscarlo en otro si poder llegar a encontrar en sí mismo su grandeza. El perdón consigo mismo es algo que se gana con los años. Superando cada zancadilla estereotipada sobre el hombre recto y perfecto. Dejando de juzgar a los demás para poder hacerlo con sus actos sin verse llevados por la corriente. La única manera de evolucionar hacia algo mejor es el perdón, el aprecio y la falta de ser quien realmente somos. No hay manera otra para poder romper las cadenas que nos mantienen atados a la superficie cerca del infierno terrenal, la falta de voluntad. Por ello hay que dejar de esconderse, dejar que se liberen nuestras personalidades aprisionadas por un miedo completamente irracional. Nadie habla de camino fácil, sólo habla de errores y falta de determinación por mostrarse tales como son.

Habla más y escucha menos. Libera tu mente, consigue la libertad. No eres nada ni nadie de lo que otros pueden hablar, pues eres tú la única persona que puede hablar de ti. No te dejes arrastrar por los demás, haz lo que quieras cuando tú quieras, no cuando otros. Eres un ser libre por naturaleza, ha sido tu propia persona la que se ha ido poniendo murallas. No sabrás nunca lo que hay al otro lado sin no lo intentas. Así que al final de esto sabes que quien elige si hacerlo o no eres tú. No puedes esperar una imposición mía para poder lanzarte a por ello. Prueba a ser libre, a ser quien realmente eres.

1 comentario:

  1. el problema viene cuando hay un hilo invisible que te ata y no te deja ser quien realmente eres

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