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Silence

La cárcel es juego de niños en el te roban la libertad sin pedirte permiso. No necesito usar la llave para salir, espero que me abran la puerta pronto, pues hay gente que me espera al otro lado. A través de los barrotes veo las bestias acechándome. Miro detenidamente cómo sus ladridos piden ser soltados ya para acabar conmigo. No sé cuáles son las posibilidades de huir de allí, pero la puerta está a pocos metros. En el momento de que esa puerta que me separa de mi destino se abra mi ser dependerá de mi instinto únicamente. Sería el momento perfecto de acordarme de grandes momentos de mi vida, pero los más importantes vendrán cuando consiga atravesar esa puerta. No sé si es cosa de los nervios o no, pero no puedo evitar ver en sus mandíbulas algo que me resulta gracioso, ¿cuántos mordiscos son necesarios para poder arrancarme un brazo? Creo que es necesario que me conserve entero para poder hacer una vida que se parezca a algo decente ahí fuera.

El deseo de mi liberación es mutuo para todos los que estamos allí. El hombre que mantiene a los perros alejados de mí parece divertirse con la situación. Esperamos todos la señal para que se produzca el encuentro. Parece que quieren ponerme nervioso y se alarga mucho la situación. Poco a poco siento cómo el miedo comienza a paralizar mi cuerpo. Tengo que cerrar los ojos e intentar inundarme en mí para poder relajar mis piernas. Me gustaría empezar ya a correr, pero no me gusta ceder ni un gesto en el que se pueda comprometer mi situación. Los ladridos cada vez son más frecuentes y eso provoca un mayor incertidumbre. ¿Serán capaces de oler mi miedo? El suelo parece un buen lugar para pasar el tiempo tumbado y acelerar la situación un poco más. Nunca ha sido un lugar caliente, pero las exigencias son para la gente que no esté a punto de morir. Un grito fuerte retumba en la habitación y sin poder levantarme soy atacado.



Sube la temperatura en mí. Siento como mi cabeza se rinde al fuego y siento cómo cada centímetro de mi piel sobra. Busco entre mis capas el rastro que algún día dejaron mi ganas de morir. Soy un pobre hombre que busca respuesta hablando con el cabecero de su cama, intentando que mi almohada no vaya a recordarlo mañana. El agua se deshace en mi boca, no hay nada que calme mi sed. Así que opto por liberarme de las sábanas que me oprimen y no dejan pasar el calor a través de mí. Intento coger mi cuaderno para poder escribir algo que guardar para el momento en que consiga calmarme. El bolígrafo parece tomar el control y no soy capaz de escribir nada de lo que tenía pensado. Acabo aclamando el perdón del pasado que no me dejar avanzar, rezando a alguien que pueda escucharme porque este sufrimiento toque su final y pueda volver a ser yo mismo.

Los laberintos de muros altos son difíciles de escalar. Son un juego estúpido en el que te introduces sin saber por qué e intentas llegar al centro de todo para poder acabar con la leyenda. No hay leyendas que puedan acabar con lo que siento. Es complicado escribir en esas paredes algo que pueda quedar claro cuando olvidas escribir. ¿Por qué seguiré intentando hacer ésto? No puedo esperar nada de un muro que no puede mirarme a los ojos para declararme la locura que se encuentra dentro de mí. Son pasos aleatorios los que te hacen moverte, pero son los que cuentas los que hacen darte cuenta de que estás perdido. Gritar es para gente que crea que puede ser entendido. Suplicar es para personas que crean que sus vidas tienen un sentido mayor que el calibre del arma que está a punto de volar sus sesos. Escupe, no importa las veces que humedezcas las espinas de tu cuerpo, jamás apretarán con la suficiente fuerza como para destruirte. Susurra para recordar cómo las cosas antes se parecían a los que veías en tus ojos.

Mentira, no recuerdo el significado de esa palabra. Suena como algo vivo que se retuerce en mi interior. Me viene a la mente cada vez que tengo la sensación de escuchar a alguien más allá. Son las voces las que a veces rompen con la tranquilidad para recordarme que puedo escuchar algo en el sur. Las palabras no son algo que domine, ellas son las que me dominan a mí con cada falta de acierto. Creo recordar que las palabras estaban relacionadas con la mentira, pero no consigo recordar el punto donde se encontraban. Un corte tras otro parece asentar las bases de mi conocimientos. Sangro ignorancia, cuanto más profundo es el corte, más puedo sentir cómo pierdo algo importante, pero no lo suficiente para parar. Así es como consigo concentrarme en los saltos al vacío de mis sentimientos. ¿Cómo explicarías que la sal nada entre dedos sin poder tocarla, simplemente sintiendo cómo quieren cerrar tus heridas?



Hay una máscara en mi cara. Recuerdo que hubo un tiempo en el que podía ver mi rostro sin temor a recuperar el miedo que dan el cabalgar de los caballos sobre la llanura. Hay una forma humana sobre mi rostro. Así es como la gente podía reconocerme por la calle. Por muchas veces que tire de ella, mi mano tiembla al intentar desprenderla de mí. Deformarla no funciona por mucho que parezca volverse en llamas. ¿Me pregunto por qué ese día me levanté con ella? Soy un hombre que volvió a nacer sobre ese gesto perdido entre las cenizas. Ese día es un borrón en mi certeza. Me duele buscar una vez más en el rosal esa flor negra que me dejaba tocarla sin miedo a herirla. Realmente mi vida es un círculo que degenera en uno de sus extremos abiertos. Es tinta lo que nace de mis ojos e intentan nublar la salida a la superficie, por ello lloro hasta que me quedo seco.

¿Cuántas veces tiene que nacer el fénix para que te des cuenta de que el reloj no puede seguir parado? Sigues clamando que todo se pare para volver a empezar de cero. No puedes vencer al mundo siendo uno más, tienes que vencerlo convirtiéndote en una rata que transmita putrefacción siendo la más elegante sobre el vertedero. Debes agarrar la vida como si todo el mundo esperase tu vuelta y caminar sobre el vidrio que marque tus plantas. No eres nadie, entre los don nadie, así que prueba a ser algo más novedoso, como tu vida colgando de la cuerda para poder visualizar tu caída. Busca unas palabras que te levanten de la cama para poder caer con más rotundidad. Hay que ser digno de poder morder el polvo y encontrar en él el suficiente como para poder cegar la vida de la que quieres mamar. ¿Por qué eres enemigo de alguien que no eres tú, si no sabes cómo caminar sobre tus actos? Lucha por poder elegir el ataúd más cómodo sobre el que dormir mientras otros quieran pisar la tumba de la envidia. Vende tu alma al diablo como si fuese la única solución a tus problemas de imagen. Inventa un mundo de cuento en el que no seas el protagonista y puedas pasar lo suficientemente desapercibido como para ser algo verdadero.



El señor de las mentiras me ha perdido que no os cuente nada más. Es momento de pedir que baje el telón y podáis levantaros de los asientos. No hay nada más que ofrecer. Intentad no trastocar vuestro sueño al recordar que no puedo escribir sobre las princesas a quienes queréis reencarnar. Bienvenidos a la despedida de algo que no será sin grande ni digno de ver porque sale de unas manos como las mías. Es más como un sentimiento de regreso al averno sin tener que introducirme en una gran depresión. Escuchad a vuestras madres cuando os aconsejen invertir el tiempo en algo que merezca la pena. ¡Qué Dios os libre de encontraros con ésto!

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