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War ensemble

Ondea la bandera en lo alto del mástil. Miles de emociones provocan en las personas. Las banderas representan la mentira, el engaño y la unión del dolor. La manera en la cual los peones se mueven a lo largo del tablero sin ninguna ayuda o instrucción acerca de lo que habrá después. Acaba con cualquier persona que se encuentre en el campo de batalla y en su uniforme no porte la bandera por la que tú derramarás tu sangre. La diferencia es haber nacido unos metros más allá, ser controlado por unos hilos diferentes a los tuyos. Ellos también están allí contigo, pero en la selva nadie quiere ser devorado. La supervivencia prima y nadie que esté del otro lado puede salvarse. Es un juego caprichoso de personas encerradas en sus despachos pidiendo sangre. No hay tiempo para pesar, así que te tocará luchar aunque no entiendas el fin último de las guerras. El que haya derramado menos sangre será el campeón.



Son meses los que llevo en mi casa encerrado. Hoy es un día tranquilo porque no he sentido hervir mis venas por la rabia. No he hecho llorar a mi mujer ni a mi hijos, así que podemos decir que hoy debería estar contento. Digo debería porque la guerra me lo quitó todo al perder una pierna. Me dejé llevar por la emoción que puede sentir un chaval que no sabía a lo que se exponía y ya son años lo que llevo de vuelta sin poder olvidar lo que ocurrió. Mi vida se la llevaron las balas que consiguieron alcanzarme. Yo me sentía el rey con mi arma cargada vaciada sobre el enemigo, salvando la vida de compañeros más inexpertos y ninguno de ellos consiguió salvarme a mí. Repites una y otra vez el instante en el que todo se abalanza sobre ti. Ves el error en varios puntos, crees que podrías haberlo enmendado si te volvieses a encontrar en esa situación, pero ese tiempo ya pasó y sigues sin poder aceptarlo. Ellos no te harán recuperar lo que has perdido, no te arrancarán esos gritos con los que intentabas llenar el cielo para que todos supieran de tu miseria, pero nadie acudirá a tu rescate por muy alto que lo hagas.

Nos disponíamos a seguir con nuestra cacería para poder seguir avanzando y conseguir pronto la victoria. Los días anteriores había habido pérdidas, pero con un pequeño homenaje cada noche nos teníamos que sobreponer a la pena. Unos tragos de la amarga cerveza servida, señal de que una noche más podrías descansar con vida. Pronto se acababa de cenar para poder descansar lo máximo posible. El infierno amanecía sobre aquellas tierras que serían manchadas con la sangre de quienes no pertenecen a nuestras filas. Era un día caluroso en el lugar del que tantas veces he intentado no volver a recordar. La adrenalina hace días que te abandonó, pero los nervios de los primeros minutos no. La confianza en tu tiro es importante, porque para ninguno de ellos vales más que otro y si al final del día salen las cuentas, ellos no tendrán malas noticias que reportar. Avanzas siempre que es posible, midiendo bien tus movimientos porque un mínimo error podría costar tu vida, así que cuando ves la oportunidad te lanzas. En mi último intento es cuando fui alcanzado. Un disparo en mi pierna izquierda acabó con mis días allí. Unos de mis compañeros me agarró del cuello del uniforme para arrastrarme a un sitio en el que no volver a ser alcanzado mientras gritaba hombre herido, pero todo había terminado.


Sigues sin poder mirar el resultado de lo ocurrido. Tus compañeros se horrorizan al verlo. El dolor es lo que te mantiene despierto y unido al mundo al que perteneces. No hay lugar para la duda, para desconfiar que estás sumergido en un sueño. ¿Dónde está la frialdad con la que distribuías las balas contra los enemigos ahora? Pocas son las personas que marchan pensando que podrían ser ellos los que les toque vivir lo malo. No crees encontrar el momento en el que toda esta situación pueda ser soportable. ¿Es este el castigo por algo que alguna vez hiciste, la recompensa por creer tener derecho a destruir todo que nacería? Las guerras son para aquellos que no tienen miedo a perder nada, ni a sentirlo todo.

Las lágrimas nunca fueron capaz de calmarme y no creo que nunca vayan hacerlo algún día. Lo único que provocaron es que otras personas lo hicieran. Desde que volví no provoco más que problemas. No volví a trabajar y he perdido la calma para hacer otras cosas. Soy incapaz de ayudar a mi mujer en algunas tareas, en cuanto siento que estorbo más que ayudo me cabreo y tengo que salir del lugar. Son muchas veces las que han intentado ayudarme para que pudiese salir adelante, pero todo se ve diferente desde el otro lado. Me siento tan inútil que intento moverme lo más mínimo para dejar de interrumpir lo más mínimo la actividad de los demás. Los días se pasan a través de mi ventana, una especie de reflejo que me muestra cómo otras personas viven la vida de la que yo renegué años atrás.

El sueño es un intento vano de descanso. Muchas noches son las que cuestiono mis ganas de dormir, pues en cuanto lo hago comienza la función perturbadora en la que veo cómo los actores hacen una representación perfecta y se burlan de mi peor recuerdo. Siempre empieza del mismo modo, pero los finales son siempre diferentes y cada uno más macabro, tanto que a veces doy las gracias de haber perdido solo mi pierna. Hay noches en las que intento hacer cualquier cosa para posponer la hora de acostarme para que en cuanto mi mujer en la mañana temprano se despierte, logre hacerlo yo también. Muchas son las que me he ido con miedo a soñar. Mi cabeza no descansa, se distrae, pero jamás olvida. No sé de qué soy capaz o no, porque es prácticamente imposible intentar dejar de pensar. He intentado casi todo para poder distraerme, pero cada vez es más difícil. Así que hace meses que espero la muerte se presente con intención de llevarme para siempre. No me atrevo a suicidarme por miedo a fracasar.

Ojalá hubiese muerto en aquel campo de batalla. Quizás el sufrimiento del momento en que lo hubiesen descubierto mis familiares habría sido peor, pero no se habría alargado tanto tiempo, porque seguramente todavía me queden muchos años. Si por lo menos hubiese muerto, habría sido homenajeado y la gente habría visto en mí un héroe. Mi mujer podría haberse sentido orgullosa y recibir más felicitaciones por mi gran valor que condolencias por mi estado. Ahora tengo que vivir con las caras de compasión con las que me mira todo el mundo. Soy ese pobre desgraciado al que todos quieren acercarse para hacerle sentir mejor y no saben cómo. No veo el día en el que poder decir a la gente que me encuentro bien y que suene convincente. Soy el despojo de una sociedad que te intenta mantener lejos para no ser el ejemplo de lo que puede pasar y que mantienen para hacer creer que no se olvidan de nosotros.



Cada mañana al despertar siento cómo la vida sigue ahí y que yo tendré que hacerlo con ella. No hay manera de marchar y decir adiós, pues tengo que seguir pasando por cada segundo sin saber el computo global de ellos. En la cama doy vueltas medio despierto y siento que las heridas nunca cerrarán, que cada día es más difícil levantarse. Espero todavía esa respuesta que nunca me dieron, las palabras que me hagan volver a ser feliz. Todavía sigue la esperanza abrazada a mi alma perdida. Necesito sentir que alguien me comprenda, que entiende por lo que estoy pasando y no intente engañarme a la hora intentar convencerme de ello. La vida es un regalo que no todos quieren mantener en todos sus días, son normales los tropiezos, las ganas de querer destruirlo todo, pero lo que es más complicado es ser feliz, darte cuenta de ello e intentar mantenerla por el resto de tus días. Por ese motivo cada día que despertamos en una situación que no nos agrada nos sentimos desdichados y perdidos. Así es como la vida es forjada por lo más fuertes.

La guerra es una bomba que está a punto de estallar. Una enfermedad para la que jamás habrá cura. Una mentira en el que el único resultado es la muerte y el único objetivo es hacer creer al contrario que has ganado. Un herramienta con la que poder manejar a las masas engañadas y convencernos de que seguimos el camino correcto. Una manera estúpida de destruir vidas de inocentes. La guerra es primitiva y después de miles de años de vida, seguimos creyendo que es la solución. Evolucionar parece al alcance de pocos.

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