Un día extraño. Era consciente de que llegaría, pero jamás estuve preparado para afrontarlo. Decisiones que no te dejan tomar porque no estás preparado, marcan sin quererlo tu sensibilidad. Solo puedo llorar tras conocer la noticia. Sin poder decir adiós, mi mejor amiga ha marchado por siempre. Jamás podré olvidarlo, como si eso pudiese consolarme ahora. Pronto saldrá cicatriz, pero siempre quedará la marca de su recuerdo.
Un jueves duro en clase. En el recreo me había tocado correr mucho en el fútbol. En matemáticas nos habían puesto unos problemas complicados y en lengua no conseguía hacer un dictado sin faltas. Siempre se atragantan las tildes. Espero algún día poder hacerlo perfecto. Me recoge mi madre como siempre. Mi padre trabaja en su despacho. Corro nada más se abre la puerta mi madre para alcanzar a la jaula de Perla. Mi sorpresa es mayúscula al saber que no está.
-¿Dónde está Perla mamá?- pregunté a mi madre asombrado. Parecía como si el salón lo hubiese llenado un vacío inmenso. No sabía cómo reaccionar, porque ya en mi cabeza rondaba la idea de que le había pasado algo malo. Es imposible pensar en algo positivo ante una circunstancia así.
-Se ha ido. Tú padre ha decidido dejarla marchar- mi madre cortante creyendo que así tendría que ahorrarse las siguientes palabras. Jamás había visto a mi madre tan seria como en esa ocasión. Se la notaba que estaba nerviosa, también indecisa con sus actos.
-¿Pero adónde?- sabiendo que preguntase lo que preguntase la respuesta no iba a ser agradable. Yo ya no sabía qué hacer. Estaba temblando y mis ojos sin saber dónde buscar algo que me hiciese no perder la esperanza. Realmente complicado.
De repente mi padre entró y me empujó contra su pecho buscando consolarme. Entonces solo me quedaba llorar. Odio tener que reconocer que ese ha sido el día más duro de mi vida. Hay muchas cosas que tienen solución, pero ésta no. No es justo. Ella fue a la única a la que le contaba todo, la que me hacía sonreír cuando jugábamos y la que siempre pareció escucharme. Todos sabemos que a los niños no se les suele tomar en serio, pero Perla siempre escuchó todo lo que tenía que decir.
Un jueves duro en clase. En el recreo me había tocado correr mucho en el fútbol. En matemáticas nos habían puesto unos problemas complicados y en lengua no conseguía hacer un dictado sin faltas. Siempre se atragantan las tildes. Espero algún día poder hacerlo perfecto. Me recoge mi madre como siempre. Mi padre trabaja en su despacho. Corro nada más se abre la puerta mi madre para alcanzar a la jaula de Perla. Mi sorpresa es mayúscula al saber que no está.
-¿Dónde está Perla mamá?- pregunté a mi madre asombrado. Parecía como si el salón lo hubiese llenado un vacío inmenso. No sabía cómo reaccionar, porque ya en mi cabeza rondaba la idea de que le había pasado algo malo. Es imposible pensar en algo positivo ante una circunstancia así.
-Se ha ido. Tú padre ha decidido dejarla marchar- mi madre cortante creyendo que así tendría que ahorrarse las siguientes palabras. Jamás había visto a mi madre tan seria como en esa ocasión. Se la notaba que estaba nerviosa, también indecisa con sus actos.
-¿Pero adónde?- sabiendo que preguntase lo que preguntase la respuesta no iba a ser agradable. Yo ya no sabía qué hacer. Estaba temblando y mis ojos sin saber dónde buscar algo que me hiciese no perder la esperanza. Realmente complicado.
De repente mi padre entró y me empujó contra su pecho buscando consolarme. Entonces solo me quedaba llorar. Odio tener que reconocer que ese ha sido el día más duro de mi vida. Hay muchas cosas que tienen solución, pero ésta no. No es justo. Ella fue a la única a la que le contaba todo, la que me hacía sonreír cuando jugábamos y la que siempre pareció escucharme. Todos sabemos que a los niños no se les suele tomar en serio, pero Perla siempre escuchó todo lo que tenía que decir.
Es triste pero, la noción de importancia de un niño es mucho más firme que la de un adulto que mira la vida desde lugar demasiado distante de las cosas llamadas pequeñas (aunque no lo sean). Perla era una joya, un lujo, pero para el padre era "sólo un animal".
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario Egle. Sí, es como lo comentas. Hay gente que solo lo entiende con ciertos animales y a otros como no son tan interactivos contigo, pues no entienden por qué te puedas sentir tan mal. Un saludo.
EliminarWow, me ha hecho revivir momentos olvidados. Justo yo también tenía un periquito de niña, y cuando murió me sentí tan sola... Y es que los animales son como un amigo, y su pérdida también es dolorosa.
ResponderEliminarSí, incluso pueden llegar a ser nuestros mejores amigos. Siento que hayas vivido eso.
Eliminar¡Muchas gracias por pasarte y el comentario! Un saludo.