Nada más que lamentos cuando estás sufriendo. El dolor real queda fragmentado para que no vuelva a ser revivido. Se quedan la piezas más pobres, la más alejadas. Ser incapaz de saber si estás de nuevo en el círculo, si estás renaciendo. Da igual lo que piense, lo que venga a la mente. No morirá mientras tenga razón de ser. Se retuercen las manos pidiendo un final. Lánzate sobre la caja de pastillas, lo estás deseando. Todo lo que te ha enseñado la vida es que el dolor es malo, que debes evitarlo y que nada bueno te puede hacer sufrir. A estas altura ya no eres capaz de saber cuándo empezó y temes que nunca pare.
Un simple dolor de cabeza sirve para hacer de la situación algo más dramático. La falta de ganas de dormir me hacen pensar demasiado y es mejor no desviar la atención a otros temas. No me apetece levantarme a dar la luz, porque sé que es lo último que necesito para acabar de perder todas las ganas. Dar vueltas en la cama se me hace demasiado repetitivo y no voy a ponerme a contar ovejas. Son cerca de las tres de la mañana, podría aprovechar para hacer productivo, pero no quiero quedarme dormido haciendo a saber qué. Conozco la enfermedad de la gente esa que se queda dormida en cualquier momento y llevan un casco en la cabeza por si se caen de sitios altos, pero yo no tengo. Es mucho riesgo.
Estoy a punto de cerrar los ojos y tengo un espasmo en el que pego una patada a la pared. Ahora me duele el pie. Sé que el nerviosismo es lo que me impedirá quedarme dormido, pero a estas alturas de la noche, ¿quién puede relajarse? Mi mejor idea es levantarme a hacer flexiones para cansarme. Si me quedo dormido haciéndolas, será poca altura desde la que caer. Más tonto no me quedaré, ¿no? Sin más dilación me levanto, me pongo en posición y empiezo. No es como contar ovejas, pero algo cuento. La parte de que llevaba más de un año sin hacer ejercicio se me olvidó. Cinco flexiones, ninguna más. Ya estaba cansado, así que un nuevo intento de volver a la cama.
Cierro los ojos, los vuelvo abrir sin que haya pasado un solo minuto. Es una broma de mal gusto. Desisto de intentar nada nuevo, ya nada funciona. Parece que esta noche no es la indicada para dormir. Enciendo el móvil para echar un vistazo a las redes sociales y acabo viendo saltos fallidos de gatos. Son todos ridículos e inevitablemente me tengo que reír. Veo más de diez por lo menos olvidando mi situación, pero eso no arregla nada. La reproducción termina cuando miro la barra de notificaciones en la que el reloj marca las cuatro. Lo he conseguido, soy imbécil.
Pude conciliar el sueño cuando llegó la paz. Encontré la calma abrazando a la almohada que narra susurrándome al oído lo más bellos sueños. Las sábanas me protegen de todo peligro, pues cuando me siento amenazado me cubro entero con ellas y se pasa. La oscuridad es el ambiente perfecto para que pueda proyectar sin problemas todo tipo de historias y el silencio para que nada pueda apagar sus sonidos. El pijama es el encargado de tomar miles de formas para estar siempre listo para cada escena. La imaginación es la más perfecta máquina para poder hacerlo todo tan real.
Un simple dolor de cabeza sirve para hacer de la situación algo más dramático. La falta de ganas de dormir me hacen pensar demasiado y es mejor no desviar la atención a otros temas. No me apetece levantarme a dar la luz, porque sé que es lo último que necesito para acabar de perder todas las ganas. Dar vueltas en la cama se me hace demasiado repetitivo y no voy a ponerme a contar ovejas. Son cerca de las tres de la mañana, podría aprovechar para hacer productivo, pero no quiero quedarme dormido haciendo a saber qué. Conozco la enfermedad de la gente esa que se queda dormida en cualquier momento y llevan un casco en la cabeza por si se caen de sitios altos, pero yo no tengo. Es mucho riesgo.
Estoy a punto de cerrar los ojos y tengo un espasmo en el que pego una patada a la pared. Ahora me duele el pie. Sé que el nerviosismo es lo que me impedirá quedarme dormido, pero a estas alturas de la noche, ¿quién puede relajarse? Mi mejor idea es levantarme a hacer flexiones para cansarme. Si me quedo dormido haciéndolas, será poca altura desde la que caer. Más tonto no me quedaré, ¿no? Sin más dilación me levanto, me pongo en posición y empiezo. No es como contar ovejas, pero algo cuento. La parte de que llevaba más de un año sin hacer ejercicio se me olvidó. Cinco flexiones, ninguna más. Ya estaba cansado, así que un nuevo intento de volver a la cama.
Cierro los ojos, los vuelvo abrir sin que haya pasado un solo minuto. Es una broma de mal gusto. Desisto de intentar nada nuevo, ya nada funciona. Parece que esta noche no es la indicada para dormir. Enciendo el móvil para echar un vistazo a las redes sociales y acabo viendo saltos fallidos de gatos. Son todos ridículos e inevitablemente me tengo que reír. Veo más de diez por lo menos olvidando mi situación, pero eso no arregla nada. La reproducción termina cuando miro la barra de notificaciones en la que el reloj marca las cuatro. Lo he conseguido, soy imbécil.
Pude conciliar el sueño cuando llegó la paz. Encontré la calma abrazando a la almohada que narra susurrándome al oído lo más bellos sueños. Las sábanas me protegen de todo peligro, pues cuando me siento amenazado me cubro entero con ellas y se pasa. La oscuridad es el ambiente perfecto para que pueda proyectar sin problemas todo tipo de historias y el silencio para que nada pueda apagar sus sonidos. El pijama es el encargado de tomar miles de formas para estar siempre listo para cada escena. La imaginación es la más perfecta máquina para poder hacerlo todo tan real.
Genial, no sufro de insomnio pero me acordé de esas noches que cuesta conciliar el sueño y me imaginé persiguiendo a Morfeo por mi cama. Me hizo reir, gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Ana. Me alegra que te hiciese reír. Gracias por pasarte. Un saludo.
EliminarUuh en algún momento casi me sentí identificada, ¡que fatalidad! Y lo peor es que el cuerpo, que a veces parece masoca, coge rachas y se regodea con ello. Y para colmo que a tu lado haya un concierto de ronquidos... ¡Apaga y vámonos!
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte y compartir tu experiencia. Espero que no sea habitual en tu vida. Un saludo.
Eliminares un buen momento para escribir y sacar tus fantasmas del armario...
ResponderEliminar¡Muchas gracias, Esperanza! Es un placer tenerte siempre por aquí. ¡Un saludo!
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