En el desván

Un mapa borroso nos condujo hasta aquí. El sudor, la tierra y la falta de aire por fin son motivo de alegría. No podemos evitar reírnos hasta llegar a la carcajada tras ver nuestras pintas. Las ganas de salir de la rutina son las que provocaron esta aventura y reconozco que no lo habría hecho sin su compañía. En medio de la noche en un camino al que le falta cualquier tipo de fuente de luz y no le sobran insectos a los que interrumpimos con gritos. Realmente no importa el camino si sientes latir con fuerza el corazón
con tan solo dar la mano.

Tarde del jueves aburrida. Nos dirigimos Julia y yo al desván de mis abuelos para encontrar algo interesante entre tantos recuerdos. Subíamos con ciertas expectativas tras haber encontrado un montón de fotos graciosas de la familia el día anterior. En ellas se podía ver cómo me gustaba hacer el payaso desde la niñez. Es aburrido siempre tener que aparentar que las fotos se tienen que llenar de sonrisas y poses estúpidas. Solo hace falta ver cómo la felicidad inunda la instantánea tras esos rostros espantosas de mi padre o las ridículas gafas de mi abuelo que únicamente utiliza para este tipo de ocasiones.

Julia es el reflejo de luz que cada mañana entra por la persiana a medio subir. Ese que te hace lanzarte de la cama para invitar al Sol que inunde cada rincón. El beso más cálido cuando sientes que es lo único que necesitas. Un abrazo en el que podrías resguardarte por el resto de la eternidad. Ella lo es todo cuando me mira y un agujero enorme en el estómago cuando no está. Si tuviese que agradecer a alguien antes de morirme parte de mi felicidad, sin duda sería a ella.

Cogimos pocas cosas porque pensamos que sería cosa de pocas horas. Esperamos a que el calor dejase de apretar un poco para marchar, lo justo para poder volver justo antes de que se hiciese de noche. Una mochila a la espalda y salimos. Al principio cantábamos canciones estúpidas, después contábamos historias de cuando éramos aún más jóvenes, pero siempre sin perdernos de vista. Me sentía todavía en un nube tras encontrarme en tal situación. Había sido complicado hacer que mis padres no viesen con malos ojos que Julia nos acompañase. Mi único deseo era poder agarrarme de la agujas del reloj para que pasase más lento el tiempo.

No había camino que no dejásemos atrás. Tanto fue así que al final se nos hizo tarde. Llevaba el día dándole vueltas a una cosa, pero no me atrevía a decirle nada. Sería ahora más fácil que cada vez era más complicado vernos las caras. No soy la persona más lanzada del mundo y me cuesta demasiado decir las cosas, pero no me perdonaría volver a casa sin haberle formulado la pregunta. Lo único que quería en ese momento era disfrutar. Me alegraba por dentro de que pudiésemos pasar un rato más a solas antes de volver a casa. Seguro que algo dentro de mí había condicionado mi decisión de salir tan tarde.

-¿Qué te pasa? Casi no hablas y seguro que le estás dando vueltas a algo-.
-No es nada, tranquila-.
-¿De verdad? No me mientas-.

Los momentos decisivos son aquellos en los que se supone que tienen que salirte las mejores palabras, cuando debes sentirte con la mayor inspiración y no temblar. Algo ideal que tiene que lograr que lo que imaginas y lo que está ocurriendo sean lo más cercano posible. Una representación perfecta en la que todos deseamos ser los mejores actores por un día. Tanto queremos detallarlo en nuestra mente para que nada falle, que olvidamos que puedan perder su esencia nuestras palabras.

Agradecer como siempre a Isabel haberme dejado usar sus fotos en mi entrada. Os invito a que veáis su trabajo.