Soplas con delicadeza para apartar el polvo. Abres con suavidad para no dañar ninguna de sus hojas. Mantienes una apertura adecuada para que no acabe cediendo. Lees cada palabra con la máxima atención. Levantas un poco los pies para pronto despegar. No has terminado con la primera página y tu mente yace ya sumergida. Pones a la protagonista la cara de la autora por mucho que se esfuerce en describirla de otra manera. Que nadie se atreva a llamar a la puerta para interrumpirte pues se trata de un viaje del que no quieres volver. Esa entrañable letra hecha por máquina de escribir hace que sea aún más especial la lectura.
Cada día das la vuelta al cartel en la puerta. Respiras profundamente disfrutando del aroma a sabiduría y experiencia. Todo como lo dejaste ayer para ponerte a leer el nuevo libro que compraste a tu amigo Manuel, sin evitar mostrar tu satisfacción por ello. Habrán pasado miles de libros por tus manos, pero es impagable esa ilusión al encontrarte con uno que llame realmente tu atención. Da igual los años que tenga, sea nuevo o viejo, todos los tratas con sumo cuidado. Un contacto basado en el respeto y pensando en que pueda durar lo máximo posible.
-Si no te leo yo, tendrá que hacerlo otra persona. Ten cuidado de no romperte y no hagas esfuerzos estúpidos- le decía al libro antes de echarse a reír.
Alfonso es un hombre que supera los sesenta años de edad. Su blanco cabello repeinado hacia atrás, todavía fuerte mostraba su largo recorrido. Mirada siempre amable con la que se ganaba a los clientes con tan sólo poner sus ojos en ellos. Sonrisa fácil que hacía de él un anciano muy querido. Nunca con ganas de enfadarse, pues no le gustaba tener que perder el tiempo con la gente entre reproches. Él convencido de que la palabra siempre le daría la fuerza suficiente para hacerse escuchar y entender, seguía día a día aprendiendo. Una librería a su nombre le permite guardar de todo tipo de libros para vender o simplemente compartir con clientes y amigos. Alguien que no necesita mucho más.
Había logrado que cada día más gente se acercase a su tienda simplemente para hablar con él. Algunas personas para pedirle opinión, otros para poder compartir sus conclusiones y en determinadas ocasiones jóvenes que querían aprovechar para completar sus trabajos de literatura. A nadie le negaba una conversación siempre que fuese para hablar de los libros, aunque no siempre le apeteciese levantar la vista del suyo. A ello le dedicaba la mayoría de su tiempo.
Las cadenas pesan demasiado como para saltar al exterior. La puerta en ocasiones se abre varias veces al día, otras en cambio, sólo una en meses. La luz nos muestra el camino, pero necesitamos ser nombradas para iniciar nuestro camino contra el olvido. Las compañeras del final son condenadas a tener que salir las últimas y presionadas porque saben que la mayoría de ocasiones ni siquiera podrán ver lo que hay fuera. La gente ahora prefiere comprar billetes de avión de los que la mayoría de la humanidad ha prescindido con otros fines. Se agolpan en las mismas ciudades para echarse las mismas fotos cuando a través de nosotras podrían ver el cielo más bello si quisieran.
-Si no te leo yo, tendrá que hacerlo otra persona. Ten cuidado de no romperte y no hagas esfuerzos estúpidos- le decía al libro antes de echarse a reír.
Alfonso es un hombre que supera los sesenta años de edad. Su blanco cabello repeinado hacia atrás, todavía fuerte mostraba su largo recorrido. Mirada siempre amable con la que se ganaba a los clientes con tan sólo poner sus ojos en ellos. Sonrisa fácil que hacía de él un anciano muy querido. Nunca con ganas de enfadarse, pues no le gustaba tener que perder el tiempo con la gente entre reproches. Él convencido de que la palabra siempre le daría la fuerza suficiente para hacerse escuchar y entender, seguía día a día aprendiendo. Una librería a su nombre le permite guardar de todo tipo de libros para vender o simplemente compartir con clientes y amigos. Alguien que no necesita mucho más.
Había logrado que cada día más gente se acercase a su tienda simplemente para hablar con él. Algunas personas para pedirle opinión, otros para poder compartir sus conclusiones y en determinadas ocasiones jóvenes que querían aprovechar para completar sus trabajos de literatura. A nadie le negaba una conversación siempre que fuese para hablar de los libros, aunque no siempre le apeteciese levantar la vista del suyo. A ello le dedicaba la mayoría de su tiempo.
Las cadenas pesan demasiado como para saltar al exterior. La puerta en ocasiones se abre varias veces al día, otras en cambio, sólo una en meses. La luz nos muestra el camino, pero necesitamos ser nombradas para iniciar nuestro camino contra el olvido. Las compañeras del final son condenadas a tener que salir las últimas y presionadas porque saben que la mayoría de ocasiones ni siquiera podrán ver lo que hay fuera. La gente ahora prefiere comprar billetes de avión de los que la mayoría de la humanidad ha prescindido con otros fines. Se agolpan en las mismas ciudades para echarse las mismas fotos cuando a través de nosotras podrían ver el cielo más bello si quisieran.
Preciosa entrada me encanta
ResponderEliminarwww.ladydeathpoet.blogspot.com
Me ha gustado la ambientación creada con palabras sobre el hombre y su entorno, hasta puede distinguirse entre las líneas el olor. El último párrafo lo encuentro suelto, distante del contexto del anterior, como si fuera un texto a parte. Saludos desde México.
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