Se acercaba por la oscura calle el pasado en altos tacones, su largo abrigo hacía más llevadero el frío helador de las frías calles en pleno invierno. La mujer no encontraba el momento para llegar aquél pub y de vez en cuando cambiaba su rápido paso a un ligera carrera para acortar tan largo recorrido. ¿Quién habría venido desde España para ver a un hombre tan acabado como yo? Parecía que llevaba ya años sin recibir una visita procedentes de mi país de origen. Mi padres no estaban para tales viajes y me acercaba yo siempre en verano para estar con ellos.
Me encontraba yo jugando a las cartas con unos amigos con unos cuantos espectadores, siempre con ganas de que acabásemos a golpes. Siempre de juerga, cuando salen del trabajo nos reunimos allí para beber y acabar borrachos para afrontar un poco mejor la vida, un poco desafortunada al parecer.
Esa noche era pronto todavía y estaba capacitado para reconocer caras y poder mantener una conversación fluida. Casi no nos había dado tiempo a sentarnos cuando apareció esa cara que tanto me había iluminado en eso días tan difíciles para mí. No me hicieron falta a penas un de segundos para cambiar mi cara por completo y sentir como mi corazón se aceleraba muchísimo sin control. Me levanté con la boca abierta y todos me preguntaron que me pasaba.
-¿Eres tú de verdad?- Pregunté casi sin poder articular palabra.
-Sí, César, soy yo- Dijo la bella chica con una gran sonrisa y todavía temblando del frío.
-Por favor sígueme- Le dije indicándole otra mesa con mi brazo mientras la sonreía.
Seguía sin creerme que alguien como ella hubiese venido desde España solo para verme, yo yacía muy perdido en la vida. Desde aquella noche fría en que dejé que se marchase no había vuelto a verla y mi vida se volcó y he tenido que salir del paso como había podido, desde aquél momento nunca había conseguido levantar cabeza.
Nos sentamos unas cuantas mesas más allá sin saber muy bien por dónde empezar. Se acercó la camarera a tomar nota y así pudimos volver a este mundo después de tanta confusión.
-¿Qué te ha hecho venir hasta aquí? Yo ya soy un perro huesudo y lleno de pulgas, nada queda de lo que algún día fui, es más, no creo que vuelva a ser el mismo de antes. Poco queda de mí, tan solo este cuerpo que a pesar de su la juventud de la que goza ya no volverá a rebosar la misma vitalidad. Rompí todos mis esquemas en aquella gran decepción y todo lo que dije que nunca haría he hecho, todo por lo que había luchado ahora forma parte de mi día a día. Vivo de la miseria que me dan por escribir para pobres ingenuos enamorados o creyentes en un amor lleno de miseria y que tanto les gusta, siempre me inspiro en lo mismo, esos recuerdos que todavía conservo de mis días contigo, pero lo nuestro no era como quieren hacer que parezca, lo nuestro era de verdad, fuimos capaces de lograr lo que poco consiguieron y aún así no fue suficiente para impedir que te marchases con todo lo que valoraba. Ahora vuelves, sin saber nada de tí desde hace años y sin esperármelo, a pesar de todo me alegra verte, saber que estás bien.
-Creo que tenía que venir, a pesar de todo lo que dices, creo que todavía nada está perdido. Creo que puedes llegar a conseguir lo que siempre has querido, empezar otra nueva vida.
-No lo entiendes, yo ya no puedo elegir lo que sé, soy esclavo de mis dotes para la escritura, escribo para la mujer, escribo sin aportarle nada a nadie, solo para sobrevivir y poder seguir adelante por mis padres, por mi familia y bueno por algunos amigos... Yo ya no soy dueño de mi vida, hace tiempo que me hallo perdido, es la sombra lo que camina sobre la estela de mi vida, yo ya no soy, nada si quiera puedo llegar a ser, nadie lo comprende.
-Por favor, escúchame, queremos que vuelvas a casa. Me han mandado tus padres para que vuelvas con ellos y salir juntos adelante. ¿No quieres otra oportunidad?
-Es imposible que el mundo me entienda, nadie quiere entender que yo ya perdí todo, que mi voluntad se fue con mi alma, nada queda y hasta a la vida le debo estar vivo, si no tuviese un poco de compasión haría tiempo que ya no estaría en este mundo.
Entre las sombras se pasea mi sombra sin saber muy bien a dónde caminar, hace tiempo que perdí todo jugando en la ruleta de la vida, en el juego de los hombres enfermos y adictos. No tengo derecho a soñar, no puedo mirar al sol a la cara porque perdí todo derecho a admirar a las grandes maravillas del mundo. La vida me espera en el fin del camino para despedirme pero me resigno a darle la espalda y no aparecer por allí.
-Lo siento, no pienso volver, jamás lo he pensado, aquí soy feliz en mi infelicidad, engañándome en la mañana pensando que será un buen día y fulminando la noche a base de copas, gracias- Dije y me levanté sin ninguna contemplación.
Aquella mujer había marcado un antes y un después en mi vida, había sido a la única persona que había amado de verdad pero si la vida me dio una vez la espalda, ¿quién dice que no lo volverá hacer? Sigo pensando que aquí estoy mejor, que todo así será mejor. Ya no debo nada a nadie, solo quiero quedarme y agotar los últimos segundos de mi vida en mi pequeña cama leyendo a mi ídolos, creyendo que las cosas mejorarán algún día y que algún día estaré a su altura.
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Ay César menuda historia!! Algún día habrá final feliz? Jaja me ha gustado mucho, sigue así!!!
ResponderEliminarSabes que los finales felices no son mi especialidad. Pero sí, creo que lo habrá en el momento en el que yo tenga una buena referencia. Gracias Sara!
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