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Sobre los sueños.

   El equilibrio se rompe cuando mi cuerpo roza la cama, mis ojos empiezas a darse por vencidos y mi cuerpo no tiene fuerzas para luchar. Todo parece que va perderse entre mis recuerdos. Mi cuerpo como si estuviera muerto no hará que mantener sus funciones vitales durante el resto del sueño y evitar moverme demasiado para no despertar. El día me da un respiro entre mis sábanas, absteniéndose de toda realidad.
   Mis ojos se abren con dificultad, los segundos son pocos entre mi despertar y situarme, muy intensos. Parece que he dejado atrás un enorme dolor de cabeza del que no habría podido librarme en horas. Mi primera imagen es una persona que lleva a una mujer entre sus brazos y sale corriendo. Mi primer impulso es correr detrás de ellos para intentar salvar aquella mujer que parece sufrir y me cuesta darme cuenta de que estoy en medio de un laberinto completamente irregular.
   Unos muros de tres metros de altura y puede que la mitad de grosor. No importa lo mucho que corra, no consigo atraparles y me resulta muy complicado mantener la atención para seguir en mi mente la serie de decisiones que tomo para no perderme. El laberinto parece eterno, pero al cabo de unos instantes comienzo de nuevo la serie y me detengo. En medio de un círculo intento tomar la decisión para dar mi siguiente paso y creo que lo mejor es quedarme completamente quieto en aquél lugar con esperanza de que haya un error y pueda encontrarme cara a cara con aquél hombre.
   La suerte al parecer me sonríe y veo como una sombra me atraviesa a la espalda. Un frío glaciar recorre mi cuerpo al rozar el mío con el suyo. Al darse cuenta de que ya estábamos frente a frente se detuvo. Me costaba distinguir su cara, parecía como si no me pudiera concentrar en él. La chica a la que llevaba en un brazo la dejó caer. Su melena pelirroja suave casi anaranjado y un vestido blanco cuanto menos llamó mi atención, pero no lo suficiente.
   En seguida supe que mi objetivo no era es chica, era aquella cosa. Su facilidad para deshacerse de su prisionera me impresiona y necesito saber cómo logra hacerlo con tal naturalidad. Me inquieta su persona, pero no me asusta tener que descubrir quién realmente es. Cuando por fin encuentro entre su rostro uno parecido, saca un pistola y sobre su sien la coloca y dispara. Mi reacción totalmente involuntaria es colocar mis manos sobre mis oídos, cerrar los ojos y gritar.
   Cuando consigo abrir los ojos de nuevo, estoy en una habitación cuadrada sobre una de las esquinas. El suelo compuesto por una serie alterna de baldosas de color negro y blanco, una pared de un gris frío es todo lo que puedo observar un rápido e incómodo vistazo. La lucha por bajar mis pulsaciones es algo que no me resulta fácil y de poco me sirve. La ventana que se encuentra a la derecha y por la que se puede ver cómo entra la luz de la luna deja ver aquél hombre pasando por ella. Hay una puerta en la otra punta, no sé cuando ha aparecido y por ella entra. No me da tiempo a reaccionar cuando me atraviesa y quedo pegado al espejo.
   Volví a cometer el mismo error, cerré los ojos de nuevo. No he podido ver cómo atravesaba mi cuerpo, pero sí he podido sentir ese frío de nuevo en mis carnes. Todavía no podía creer lo que mis ojos habían visto pasar por esa puerta e intento localizarlo siguiendo su recorrido y allí sólo estaba el espejo. Mi cabeza se gira con la esperanza de encontrar una pista de dónde puede estar y ahí estaba, tocando al otro lado su espalda con la mía. Parecía que eramos uno, todos mis movimientos los conseguía imitar a la perfección, pero no éramos la misma persona. ¿Cómo era posible?
   Al principio no conseguí separar mi espalda del espejo y sólo podía observar. Me costó darme la vuelta y poder tocar mano con la mano con mi reflejo. Mi cara de sorpresa no podía ser mayor. Seguí haciendo el idiota intentando engañarle, no fue posible. Hasta que eché el brazo hacia atrás, aún viendo como ocurría lo mismo justo delante mía, lo solté con todas mi fuerzas sobre su cuello. Conseguí atravesar el cristal como sin dificultad y de allí salió una mano que se puso sobre mi cuello. Para mi alegría relativa parecía que yo también había conseguido alcanzarle. El dolor era insoportable, así que mi única salida era tirar de su cuello contra mí y que viniera a mi lado. Justo cuando parecía que lo iba a conseguir atravesé el espejo por completo.
   Contra una tronco de madera estaba abrazado y mis manos encadenadas. No podía ver nada más allá de aquél gigantesco árbol. El tiempo no corría y pronto se acercó el hombre que puso su cara a centímetro de la mía, volvió a su posición y sentí en mi espalda un latigazo que dejó marchada mi espalda. Sabía que gritar no servía de nada, pero no podía hacerlo cada vez más fuerte y a cada grito, un golpe más fuerte. Mi única opción ahora era serenarme e intentar despertar de esta pesadilla.
   Los golpes empezaron a perder fuerza hasta que se detuvieron. Esa cara estaba de nuevo tan cerca de mí y yo sin poder siquiera confirmar mis temores. Creí reconocerle, pero no tenía nada sentido, era imposible encontrar en aquél hombre tanto desprecio y rabia liberada sobre mí. No había tiempo para pensar y mi cabeza fue agarrada con fuerza y golpeada con fuerza contra el tronco. Todo negro.
   Mi cabeza sobre un lavabo grasiento y lleno se agua. Tan rápido como pude saqué mi cabeza de ahí. Delante mía de nuevo otro espejo, preparado a que apareciera. Cuando lo hizo, no me lo pensé y solté un puñetazo con intención de hacerle daño, ya nada importaba, era él o yo. El sueño no parecía que fuera acabar hasta que no consiguiera acabar con él. A pesar de que todo hubiera perdido el sentido desde el primer momento en que abrí los ojos, ya no me guiaba por la razón o la lógica, era puro instinto.
   El espejo se derrumbó tras mi golpe y los trozos se repartieron por el suelo de aquél baño tan mugriento. Ya todo se sucedía como una película de la que conocía el argumento. Coloqué uno de mis trozos sobre mi ante brazo y me desgarré con todas mis fuerzas la piel. La sangre se derramaba sin control. Mientras mi mente repetía una y otra vez que era el fin, no hay más que hacer y no puedes resistirte a la muerte como mísero ser humano que eres. Sentía que mi vida acababa allí, el punto cumbre de mi vida, había aceptado que la muerte llegaba y no sentía ningún tipo de remordimiento o pena. Todo empezó a dar vuelta sobre mí y caí contra el suelo.
   Justo cuando mi cabeza iba a tocar el suelo me transporté a un sitio completamente oscuro. No podía ver nada hasta que una luz se encendió sobre nosotros. Por fin pude ver su rostro, era tan espeluznante y asqueroso. ¿Era yo el que estaba tirado en el suelo o aquél que estaba de pié observándome? Era una pregunta que me destrozaba por dentro. No sabía quién era, sólo podía observar aquello que estaba ante mí con una sonrisa de desprecio ante mis dudas.
   -Eres tan débil y patético... No sabes quién soy o eres tú, ¿verdad? -dijo aganchándose para dejar mi cabeza otra de la mía otra vez.
Yo no sabía qué contestarle, no tenía respuesta para darle.
   -Este es el momento para decir todo lo que piensas y te vas a quedar callado. Siempre haces lo mismo en los grandes momentos, te echas para atrás y te consuelas pensando que habrá una oportunidad mejor. Habla antes de que acabe contigo, no hay sitio para los dos y tú serás capaz de dejar que todo tu potencial pueda crecer. Eres demasiado infantil para seguir creyendo en los cuentos de hada -dijo esperando a que me levantara y tratara de imponerme.
Nunca pensé que llegaría este momento y no creo que pueda hacer nada contra ésto. Creo lo mejor será dejarlo pasar y fiarme de todo aquello que me dice.
-Este es el momento de tu muerte, disfruta de él, amigo -nunca había visto a nadie con tanta sangre frío como para apuntarme con un arme y no temblar ni una micra de segundo- así acaba todo y adiós -palabras sin sentimiento alguno, tanto que su sonrisa era intermitente.




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