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Entre la fina línea de la locura

La exigencia del ser humano me hizo arrastrar mi cuerpo demacrado por los fríos pasillos de la locura. En uno de los mejores momentos de mi vida, pareció golpearme con rabia el pasado y los viejos fantasmas. No puedo hallarme tranquilo en esos ojos que me miran con ternura, tengo ganas de golpear mi cabeza hasta perder el conocimiento. Cuando por fin puedo cerrar mis ojos sin poder abrirlos hasta el siguiente acto es cuando realmente puedo alejarme un poco de tanta confusión.
Los días son eternos, no puedo mantener estable mi situación y mi cerebro es una locomotora a vapor que no detiene el paso, bendita perdición. El día parece que se multiplique por cuatro, lo vivido hace unas horas parece haberse ahogado por las arenas del desierto. Por mucho que la vida me sonría, no soy capaz de mantener la calma durante tanto tiempo. Hay episodios que me descolocan, que me hacen caer en una realidad que retrocede sin importar avance y echo de menos mis días como esclavo contribuyente.
La celda es pequeña, a penas puedo tumbar mi cuerpo entero teniendo que encogerme. Mi manos recorren cada uno de los barrotes que nacen del suelo. No sé cómo llegué allí, pero sigo sin encontrar aquélla persona que tenga la llave con la que pueda ser liberado. Mi uñas se han clavado en infinidad de veces tras escuchar las voces que me pedían escapar. A veces me detengo a escuchar en la pared a mi espalda, con toda esperanza de escuchar algo que me pueda calmar, pobre desgraciado.


No sé qué será de mí, si a alguien todavía le importe que me quede allí encerrado, por fin reconozco que la soledad me amarga y no me deja vivir en paz. Me gustaría escuchar las palabras de cualquier desconocido antes de que mi mente tenga que seguir creando imágenes de hombres que me fuerzan a escuchar sus mentiras. Palabras que me devuelvan la esperanza antes de que pueda volver a caer en el olvido. Es horrible ver cómo un conjunto de barrotes te dejan a pocos centímetros de la libertad, a un paso de poder ser quién eras antes.
Aquí el tiempo se marchó hace mucho tiempo, tan sólo puedo observar el sol en la mañana y la luna en la noche sin saber cuándo se marcha y vuelve cada uno. Vivo con miedo a que ellos también me abandonen, a que no haya nada para observar más allá de mí. El miedo es algo que aparece de forma repentina, sin ver mi reflejo, todo aquello que se pueda proyectar en mi mente, carece de toda veracidad. Ya no sé qué es verdad, o qué es mentira.
Puede que un día de estos me levante en mi antigua cama, como si nada hubiera pasado. Un mal sueño del que necesito despertar pero al que nadie me viene a rescatar. Vivo atormentado, solo contra mí mismo y creo que ya no sé cómo poder luchar. A veces en las noches me levanto cerca de la ventana, manos colgadas de los barrotes que me impiden salta y de la impresión caigo al suelo, me golpeo la cabeza y me vuelvo a desmayar. 
Los continuos desmayos son el descanso del pensar y sufrir, pero sé que pronto dejarán de ser recurrentes y tendré que recuperar el sueño a saber de qué forma. No quiero golpearme más, no quiero sentir que me estoy haciendo daño, que la próxima vez no pueda despertar y acabe muerto sin llegar a saber quién se reía de mi agonía.


¿Qué hacer cuando a nadie puedes pedir ayuda y dependes de ti mismo y nadie más? Sin saber lo que es cierto, saber si no has caído en la locura, tendrías más posibilidades de matar un pájaro a tiros con los ojos cerrados. Un juego de azar en el que no puedo engrandecer ni a mí, ni a mi persona. Aceptando mi soledad en mis problemas, quizás lo mejor será callar y después si algún tengo la oportunidad de volver, no decir nada a nadie, mejor callaré sin más, puede que la gente me llame loco sin más.


8 comentarios:

  1. Hola Cesar, me ha gustado el relato, en el encierro, la locura y la cordura pueden darse de la mano y fundirse como dos metales.
    Abrazos

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    1. Muchas gracias por tu comentario, es bueno saber que te ha gustado. Un abrazo.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Hola Cesar ^^

    He visto tu comentario y me ha alegrado a volver a saber de ti. Yo he perdido un poco el contacto con todo también y me sabe mal haber dejado de leerte últimamente pero me voy a poner al día, :) Gracias por pasarte.

    Como siempre, muy interesante todo lo que escribes. A veces es inevitable sentirse en una cárcel, deseoso de que un desconocido te diga algo, pero a veces sospecho que ese algo no siempre tiene que ser caulquier cosa, las peores cárceles desde mi punto de vista son las cárceles de comidas con amigos, de comidas familiares, amigos, compañeros de piso... en el que se siente solo, ese estar-fuera-de-lugar tan asesino. La soledad puede enseñarnos mucho de nosotros mismo pero considero que una situación perenne de soledad es redundante y tedioso, lejos de la aventura que reclama nuestro heroe interior que está dentro de nosotros deseoso de salir.

    Sigue así.

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    1. Hola amigo. A mí también me ha alegrado mucho tu comentario, por ello me gustaría pedirte que te pasaras más a menudo por aquí, porque son de gran ayuda.
      Como siempre, muchas gracias por tu comentario y observación, me anima mucho a seguir escribiendo.
      Un abrazo.

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  4. Que tal César, he disfrutado con su lectura, enhorabuena. Saludos de Trafiic Club y El Talco Negro.

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    1. Muchas gracias, me gusta saber que has podido disfrutar de esta entrada. Un saludo.

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  5. la soledad, es la peor carcel el sentirtefuera de lugar en cualquier sitio es un sentimiento que puedellevarte a encerrarte en tu casa, nada te resulta interesante y las personas, conversaciones,y demas situaciones te resultan una y otra vez vacias y superficiales, ¿ acaso eso en si mismo no es una locura ? la locura de sentir que no formas parte de esta sociedad en la que no encuentras respuesta, compañia, amistad, alguien a quien llamar cuando a las tres de la madrugada no puedes dormir y te vuelves loco , porque sabes que mañana es otro dia igual en el que viviras sin sentir que vives.

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