Son los pasos recorridos los que quedan marcados en el asfalto, son las pisadas las que recuerdan, las que dejan escrito que alguna vez tú pasaste por allí y que formaste parte de aquél frío recuerdo. Cada paso se sucede, lento, doloroso sin que se puedan detener siguen su ritmo, siguen su curso, el río brama entre tus pies, se ha desbordado el río, parece que tus lágrimas son despreciadas y expulsadas de aquel bello manantial.
Son tus palabras las que ahora pesan tanto en mi corazón, son esas plasmadas en blanco papel, suave como la seda y de tal horrible grafía. Nunca me había hecho tanto daños tan bellas palabras, rebuscadas, embellecidas por tan dulce corazón que se opuso contra mi débil razón. Todavía acerco esas palabras a mi boca para besarlas, todavía las respiro fuertemente para poder arrancarle algo de tu olor. A pesar de que fuiste un cobarde no eres razón para detener mi paso.
Continua mi cabeza golpeándose contra el muro de tu recuerdo, haciendo doler cada centímetro de mi cuerpo, haciendo gritar y vibrar cada verso que quiero. No pueden las almas débiles como la mía nacer para vivir ésto pero consuelan mis palabras poder ver como vuelves cada noche a buscarme, sintiendo la culpa que para mí mereces y que pagarás hasta que nos juntemos en aquel punto del cielo. Pronto llegará nuestro tiempo, pronto podremos contarnos todo lo que nos queremos, juntos, el día que tu dejes de ser todo lo que siento.
La tumba yace en aquel frío cementerio, bajo los ojos de la Luna te encomiendas cada noche a ver lo que queda de mi restos. Yo, conociendo las hora en que tus lágrimas que sueñan con caer encima de mi cuerpo, me acerco entre los árboles, tapando mi rostro, escondiendo mi sombra para no ser descubierto. Son las nubes las que cabalgan arrastradas por el viento, brillantes por la Luna y admiradoras de tan bello rostro que tu alma nos muestra.
Fue aquella noche cuando salias de casa, escapando por tu ventana para ir a visitarme. Tapada la cabeza por un capucha, papel en mano y mirando inquieta a cualquier lado. Sigues haciendo lo mismo cada noche y tus padres siguen pensando que mientras estás de mil sueños. Las oscuras noches te camuflan entre aquellas mal iluminadas calles, sabes enconderte incluso engañando a mi vista en tantas ocasiones. Sigo tu paso hasta llegar a la puerta que tu atraviesas, yo esquivo y salto por otro sitio. Tu te colocas como siempre de rodillas ante la lápida fea de donde se lee mi nombre que con tus dedos repasas. Aquella noche ajeno a todo no me di cuenta de que algo nos anduvo siguiendo, no pude hacer nada, parado y sin reacción dejé que sus manos se abalanzaran sobre tu cuerpo y te arrastraran de mí lejos.
Dejé que te llevasen, de ti solo conservo aquellas cartas, culpándome de haberme marchado a otro mundo. Tú, sin saber que estaba cerca llorabas, yo lo permitía y por eso ahora en mi pasos te arrastro. Pesas más que la lápida de tus lamentos, más que cada día de arrepentimiento.
Deja que vuelva contigo, no me hagas esto amor mío. Deja que vuelvas a rozar tus labios y que pueda sellarlos con cada beso. No me odies por permitir ésto, solo creía justo el castigo por tu destierro. Grité tanto como pude mientras me escuchaba el viento. No olvides que a pesar de todo ésto sigues siendo la única razón por la que ahora siento. Odio que sea tu sonrisa la única que recuerdo y siéndote fiel con todo esto te demuestro. Los errores pesan como el castigo más atroz. Olvida que tú y yo cumplimos condena en la Tierra y volveré tan pronto como pueda.
Para una gran chica por su diecinueve cumpleaños. Espero que te haya gustado y que lo hayas disfrutado. Espero tener la oportunidad de poder repetir cosas como éstas. Un beso enorme con todo mi cariño.
Search This Blog
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario