Hace un par de años que encontré a Nietzsche en un libro de filosofía de instituto. No sé exactamente lo que me llamaría de él, supongo que para lo poco que se reflejaba en esa hoja consiguió engancharme. Así que pronto me puse a buscar cosas acerca de él. A pesar de lo poco que sabía y todo lo que ignoraba del tema, no pude evitar ponerme a leer su obra. Mi falta de lectura por los años anteriores me impedía aguantar sus obras como me gustaría. Cargadas de mensaje y belleza, creo que pocas veces me había hallado tan perdido en un texto. Lo único que me consolaba era encontrar en sus párrafos frases con las que podía identificarme.
No estuve acertado al comenzar leyendo Así habló Zaratustra, una obra cargada de magia literaria. La forma en que acababa con algunos conceptos y creaba otros hacía que mis expectativas sobre su persona crecieran. Creí en su valentía para hablar de temas tabú, temas que otros cerrarían con finalizar la conversación. Pero supongo que esta es la magia de la filosofía, una magia que para mí puede hallarse flotando en el aire sin que pueda darme cuenta, pero nunca se marcha.
Intenté leer otras obras suyas, pero fue superior a mí. Llegué a la conclusión de que era demasiado pronto para leer con algo más de claridad y facilidad sus obras. Eso no me hizo dejar de admirarle, a pesar de tener la mayoría de sus conceptos erróneos, pero yo era feliz creyendo que lo entendía todo. No tardó mucho en llegar el anhelo del "Übermensch", difícil era poder llegar a él teniendo un concepto que ni con toda mis ganas podría parecerse. Así que sin mucho remedio tuve que abandonarle temporalmente.
Después de un año de tránsito por otras lecturas que se alejaban a su pensamiento, topé con Dostoievski. Como casi todos los autores que descubro, tuve ganas de dejar todo lo que estaba leyendo para centrarme en una de sus obras. Así que sin mucho reparo, dejé lo que estaba leyendo y me puse a leer Crimen y castigo. En esta obra pronto comencé a sentirme atraído por la imagen de Rodion Raskolnikov. Esa forma de actuar en la trama, su personalidad y locura hacían que disfrutara de verdad de esa obra. Pero al sobrepasar la mitad de la obra, la dejé. El mismo motivo de siempre, sin mucho gusto por ello. Acabé como siempre, dejándolo para más tarde.
Así volvió la sombra del nihilismo sobre mi vida. Esa atracción por la figura del nihilista, por su forma de pensar y actuar era para mí la más liberadora. Creí por mucho tiempo que sería la única solución a mis preguntas. Así que seguí transitando ese camino, sin miedo a aprender y entenderlo todo sobre ello. Creí saber lo que significaba, mirando varias veces el significado de ello, lo que suponía. Buscaba en internet sin miedo a qué podía encontrarme. Así llegaron después otras obras que se acercaban a esa figura.
Cada vez creía encontrarme más cerca de tenerlo todo estructurado en mi cabeza. Tomaba las respuestas o la ausencia de ellas según me mostraba el nihilismo. El poder convencerme de ello sería más complicado. Así fue como empecé a llenar mis días con figuras decadentes, despreciadoras de creencias, de sentido para la vida y para la mayoría de las cosas a las que nosotros dábamos realmente importancia.
Por suerte o no, no lo sé con exactitud, encontré esos personajes casi sin esperarlo. Encontré la cara de Albert Camus un día transitando un blog que hablaba de todo ésto. No sabía a quién pertenecía esa imagen, sólo pude leer algo acerca de él. No me acuerdo ya cómo le encontré. Fue casualidad, una bonita casualidad, me gustaría pensar.
Así que ante el asombro de tener su nombre ya grabado en mi cabeza pude acercarme un poco más a él. Sin mucho que pensar, en la biblioteca al encontrar varias de sus obras y ver su extensión, cogí unas varias me las llevé para leer este verano. Aprovechando un día que fui a Madrid me hice con su obra El hombre rebelde. Ya estaba todo listo para sumergirme de nuevo en mi viaje por el nihilismo, o eso pensé. A pesar de encontrar en el Extranjero un personaje tal, pero me di cuenta de que este hombre no era igual a los otros que había leído con anterioridad. Después de leer un par de obras suyas y tras tantas horas de pensar en ello, creo que me acerco más a su pensamiento. Pese a mi lucha por conciliar el sueño entre los brazos de la destrucción de los grandes valores y su reconstrucción.
Pero la imagen del nihilista no me la encontré tan solo en libros. El cine, para mí casi como un gran desconocido me daba la sobra de su extendida sombra. Por amigos, encontré la película El club de la lucha, repelida por mí por mucho tiempo al imaginar que sólo se centraría en peleas, sin fin alguno.
Una nuevo forma de ver el nihilismo en la autodestrucción, en la pérdida de todo lo que tenemos. "Tan solo cuando lo hemos perdido todo somos libres para actuar". Con el fin de tocar fondo, de poder volver a construir sobre todo lo que debíamos haber valorado y destruido por su falta de valor real. Una gran película que supuso para mí un gran avance para poder entender todo que estaba buscando. El libro fue la forma de rematar una gran película sin éxito taquillero. La imagen de Tyler Durden como forma de culminar un gran cambio para el que nunca parecemos estar listos. Un gran golpe allí donde más nos duela para que empecemos a sentir aprecio por lo que un día creímos que pudo hacerlo.
Pero mi pequeño rodeo para evitar obras de mayor calibre buscando en Chuck Palahniuk no terminaría ahí. Para culminar de una forma algo extraña. sin quitarle mérito a su otra obra, Asfixia, me hizo experimentar un cambio de visión en algunos temas cotidianos. Su forma de reducir los grandes placeres a los segundos de ausencia que vivimos de la vida real. La imaginación siempre creadora de momentos mejores, jamás se parecería a lo que realmente íbamos a vivir. Otras formas con las que meterme en otra gran crisis ideológica de la que todavía no he conseguido salir.
Así tras apoyarme en otras figuras y en algún amigo con el que poder llegar a una conclusión, me encuentro más cerca, pero a la vez tan lejos, que quizás por momentos dé por perdido todo el esfuerzo. Ahora puede que sea el momento en que encuentre en la figura del nihilista una inalcanzable. Algo que te gustaría llegar a ser pero que tras años de labrar una personalidad, casi me resulte imposible.
Gracias a un par de textos, esté perdiendo el apetito por llegar a él. Será que sólo quise ver la parte buena y obcecándome con llegar a ello me cegué demasiado. La figura de un caminante ajeno a todo, creador de algo que sólo a él puede pertenecerle, estando por encima de toda la sociedad, puede que no sea del todo como quiero ver. Quizás sea la ilusión de un niño por retomar el tiempo perdido, un tiempo del que no fuese partícipe, ni de todo lo que ocurriera en él.
A pesar de haberme dejado llevar por un tiempo, de dejarme arrastrar sin pensar mucho en todo ésto, no me ha dejado olvidarme. Me gusta pensar que algún día pueda llegar, pero a ratos pienso que quizás lo mejor sea aceptarme tal y como soy. Si algo recuerdo con fuerza de Nietzsche es que el ser humano es el único animal que no se acepta tal como es. Así pues, empezaré por aceptarme y así pueda diferenciarme del resto por algo que realmente me aleje de todos ellos.
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