Un día como otro cualquiera, de especial como cualquier otro. Entre mis manos mi nuevo libro, un libro que consigue atraparme como ninguno desde hace tiempo. Sus páginas encierran miles de sentimientos, historias y la vida de un hombre al cual admiro mucho. Tirado en la cama, un foco de luz que me daba la suficiente nitidez como para poder desarrollar una lectura sin problemas. Lo más normal es que me encuentre solo en mi habitación la mayoría del tiempo que paso allí y no hay otra posibilidad siempre que quiera dedicarle un rato a la lectura. Esta vez no estaba solo, había un pequeño ser que me daba ánimos desde el lugar más cercano a la lámpara, una compañera.
En la mañana me había encontrado entre las cortinas una mariquita, una de unos caracteres diferentes a lo que había visto en otras ocasiones. Su abdomen desprendía un dorado degradado en el que refugiaba su pequeña cabeza con un color brillante entre un rosa y un naranja que jamás habría esperado en un insecto así, será porque no me fije demasiado en este tipo de seres. Decidí ofrecerle mi mano por la que caminó cuanto le apeteció hasta extender sus alas para salir volando un poco más allá. La dejé vivir porque me parece graciosa.
Aquella noche se acercó mientras yo leía. La lámpara le daba esa luz que le dejaba convivir entre tanta sombre y poder caminar por un camino cuyos siguientes pasos podría ver. Entre capítulo y capítulo me dediqué a observarla sin más, dejando que campara a sus anchas sin que tuviera que toparse con mis extremidades. Ella solo quería la luz, solo quería estar a salvo de lo que pudiera pasar un segundo más, puro instinto de supervivencia. ¿En qué nos diferenciamos esa mariquita y yo?
Yo al igual que ella he buscado durante años el calor, la luz que me proporcionaba el sol. He bagado en la mañana para poder realizar mi actividad de cada día y he buscado el consuelo de encontrarme a otras personas como yo entre los cientos de tipos que había ahí fuera. Intenté sobrevivir a toda costa apartándome de la mayoría de los peligros que podía encontrar a mi paso. No importa el mañana si nos has sido capaz de encontrar hoy un sitio donde poder alimentarte, donde poder escapar de la oscuridad y la calma allí donde nadie pueda vernos.
Ella puede que sea más débil, que vaya a vivir menos y que no pueda hacer grandes cosas para cambiar el mundo, pero ella es completamente libre para tomar el rumbo que quiera sin miedo a que más tarde pueda tener problemas por ello. Sus alas le hacen subir tanto como pueda, ser parte del viento, encontrar en el viento otro mundo del que nosotros estamos privados. Ella no tiene que cumplir con una rutina que la lastre de por vida, no tiene que levantarse cada mañana para cumplir consigo mismo y una serie de personas que dependen de su trabajo para enriquecerse a su costa, aprovecharse de su falta de actitud ante las órdenes o de su incapacidad para dejarlo todo atrás sin volver la mirada.
Creímos superados a otros seres por tener un cerebro desarrollado con el que poder estudiar el mundo, su comportamiento y el de esos seres, reprimiendo nuestros instintos hasta que se vieran satisfechos, pero no guiándonos por ellos. La vida de esos seres puede que sea más corta, la creamos más insignificante y sin a penas valor por el hecho de que por nuestros medios podríamos acabar con su existencia por el resto de los tiempos. Por intentar estar en la cumbre del planeta, puede que acabemos desechándolo por la simple razón de que lo hemos explotado de más y no queremos cambiar nuestra actitud. El respeto a la naturaleza es algo que no puede faltar a veces.
Tras los años, pasamos por una serie de etapas en las que nos encontramos más o menos alejados de ellos. Desde que nacemos, vamos cambiando la forma de ser, de actuar en cuanto a nuestros instintos. Cuando nacemos somos puro instinto. Según vamos creciendo, vamos alejándonos, vamos adquiriendo ciertas facultades que nos hacen más cercanos a los seres humanos, llegando a una cumbre que pocos luego podrán volver a visitar. El niño es la forma humana por excelencia, necesidad de respuestas a todo lo que se le presenta, falto de ideas y normas que seguir, siempre midiendo su fuerza con cualquiera que se le presente, pura rebeldía e inconformismo. Después sólo nos queda ir cayendo cuesta abajo y sin frenos. Todo imposiciones a las que no nos opondremos por nuestro bien, para que la vida sea más sencilla y sin más preocupaciones de las que no podremos ocuparnos cuando el dinero sea lo único que nos preocupe para poder salir del paso.
Parece que nunca conseguiremos enterrar nuestro pasado, tendremos que cargar siempre con algo que no nos gusta del todo, ser comparados con los animales. Somos muy parecidos, tenemos que convivir todos juntos, pero no es algo que nos agrade a todos. Seguiremos siendo animales, un poco menos humanos de lo que nos gustaría y compartiremos este planeta mientras sea habitable. Quizás sea hora de aceptar nuestros parecidos.
¿Cómo somos más o menos animales, siendo más humanos o siendo un ser que esté a otro nivel de ellos?
En la mañana me había encontrado entre las cortinas una mariquita, una de unos caracteres diferentes a lo que había visto en otras ocasiones. Su abdomen desprendía un dorado degradado en el que refugiaba su pequeña cabeza con un color brillante entre un rosa y un naranja que jamás habría esperado en un insecto así, será porque no me fije demasiado en este tipo de seres. Decidí ofrecerle mi mano por la que caminó cuanto le apeteció hasta extender sus alas para salir volando un poco más allá. La dejé vivir porque me parece graciosa.
Aquella noche se acercó mientras yo leía. La lámpara le daba esa luz que le dejaba convivir entre tanta sombre y poder caminar por un camino cuyos siguientes pasos podría ver. Entre capítulo y capítulo me dediqué a observarla sin más, dejando que campara a sus anchas sin que tuviera que toparse con mis extremidades. Ella solo quería la luz, solo quería estar a salvo de lo que pudiera pasar un segundo más, puro instinto de supervivencia. ¿En qué nos diferenciamos esa mariquita y yo?
Yo al igual que ella he buscado durante años el calor, la luz que me proporcionaba el sol. He bagado en la mañana para poder realizar mi actividad de cada día y he buscado el consuelo de encontrarme a otras personas como yo entre los cientos de tipos que había ahí fuera. Intenté sobrevivir a toda costa apartándome de la mayoría de los peligros que podía encontrar a mi paso. No importa el mañana si nos has sido capaz de encontrar hoy un sitio donde poder alimentarte, donde poder escapar de la oscuridad y la calma allí donde nadie pueda vernos.
Ella puede que sea más débil, que vaya a vivir menos y que no pueda hacer grandes cosas para cambiar el mundo, pero ella es completamente libre para tomar el rumbo que quiera sin miedo a que más tarde pueda tener problemas por ello. Sus alas le hacen subir tanto como pueda, ser parte del viento, encontrar en el viento otro mundo del que nosotros estamos privados. Ella no tiene que cumplir con una rutina que la lastre de por vida, no tiene que levantarse cada mañana para cumplir consigo mismo y una serie de personas que dependen de su trabajo para enriquecerse a su costa, aprovecharse de su falta de actitud ante las órdenes o de su incapacidad para dejarlo todo atrás sin volver la mirada.
Creímos superados a otros seres por tener un cerebro desarrollado con el que poder estudiar el mundo, su comportamiento y el de esos seres, reprimiendo nuestros instintos hasta que se vieran satisfechos, pero no guiándonos por ellos. La vida de esos seres puede que sea más corta, la creamos más insignificante y sin a penas valor por el hecho de que por nuestros medios podríamos acabar con su existencia por el resto de los tiempos. Por intentar estar en la cumbre del planeta, puede que acabemos desechándolo por la simple razón de que lo hemos explotado de más y no queremos cambiar nuestra actitud. El respeto a la naturaleza es algo que no puede faltar a veces.
Tras los años, pasamos por una serie de etapas en las que nos encontramos más o menos alejados de ellos. Desde que nacemos, vamos cambiando la forma de ser, de actuar en cuanto a nuestros instintos. Cuando nacemos somos puro instinto. Según vamos creciendo, vamos alejándonos, vamos adquiriendo ciertas facultades que nos hacen más cercanos a los seres humanos, llegando a una cumbre que pocos luego podrán volver a visitar. El niño es la forma humana por excelencia, necesidad de respuestas a todo lo que se le presenta, falto de ideas y normas que seguir, siempre midiendo su fuerza con cualquiera que se le presente, pura rebeldía e inconformismo. Después sólo nos queda ir cayendo cuesta abajo y sin frenos. Todo imposiciones a las que no nos opondremos por nuestro bien, para que la vida sea más sencilla y sin más preocupaciones de las que no podremos ocuparnos cuando el dinero sea lo único que nos preocupe para poder salir del paso.
Parece que nunca conseguiremos enterrar nuestro pasado, tendremos que cargar siempre con algo que no nos gusta del todo, ser comparados con los animales. Somos muy parecidos, tenemos que convivir todos juntos, pero no es algo que nos agrade a todos. Seguiremos siendo animales, un poco menos humanos de lo que nos gustaría y compartiremos este planeta mientras sea habitable. Quizás sea hora de aceptar nuestros parecidos.
¿Cómo somos más o menos animales, siendo más humanos o siendo un ser que esté a otro nivel de ellos?
los animales son mas humanos que nosotros, no matan por placer, no torturan por placer,simplemente viven, cuidan de si mismos y sus crias, se protegen en todas las manadas, hay mas solidaridad que entre los animales racionales salvajes y torturadores que somos los de dos patas.
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