Abro los ojos y vuelvo a la realidad, tiro el cigarro al suelo y lo piso con decisión, es hora de volver y de poner mi mejor cada a la vida. Me encuentro en la salida de un hospital, acabo de arrancarme un par de años de mi vida con tanto alquitrán, no importa, eso me da la felicidad. Miro al cielo para ver como está el cielo, de forma ingenua imagino como los ángeles en el cielo me mandan fuerzas y felicitaciones, asiento con la cabeza y me dispongo a entrar. Tantos años de mi vida imaginando esto que prefiero dejarlo pasar sin pensar en nada, cualquier imagen que pueda construir mi cerebro para imaginar ese gran momento lo único que hará es distraer mi atención.
El pasillo era largo, imaginaos ahora lo eterno que se me estaba haciendo... Era raro pero las piernas ya no me temblaban, mi corazón ya no latía tan fuerte y podía controlar la situación. Mis pasos pausados me desconcertaban, no era capaz de entender porqué ahora había entrado en un estado de gran serenidad. El pasillo estaba pintado de un color blanco, pálido y muy frío, la gente enferma ocupaba las sillas y bancos a los lados y parecían no mejorar demasiado el paisaje. Procuré no mirar demasiado a los lados ya que cuando veo a una persona enferma parece que se me encoge el corazón y los músculos se me contrajesen. Dejé a un lado todo y quise disfrutar de ese paseo, era extraño como acercándome a la sala tuviese cada vez más claro que ese día sería un día especial.
Al final del pasillo y en las puerta número cincuenta y dos, primera planta, me esperaba una enfermera en la puerta con una sonrisa enorme en la cara. Después de estar esperando durante varias horas para recibir la noticia hice a esa mujer repetir esas palabras: -Enhorabuena, es usted ahora padre.-
En ese momento me pareció que fuese la guardiana de la puerta al paraíso y no pude contenerme y la di un abrazo enorme. Ella no pudo hacer nada y cuando la solté tuvo que forzar la sonrisa un poco, a pesar de darme cuenta no me importó en lo más mínimo y entré corriendo a la habitación. En esa habitación estaban las dos criaturas más bellas del mundo. Mi mujer y mi nuevo amor, mi hija.
En ese momento caí enamorado de nuevo, no se puede evitar sentir algo así por una criatura tan hermosa. Grité de felicidad y mi esposa me pidió calma, la besé en incontadas ocasiones y la repetí muchas más la mucho que la quería. Cogí a esa niña como si fuese el tesoro más valioso del mundo, como si fuera la cosa más frágil y delicada. Rozó mi piel con la suya y pude sentir como se ponían mis pelos de punta. La besé la mejilla y la prometí cuidarla de por vida y amarla como era posible.
Ese fue el día más grande de la historia, mi familia lo es todo para mí. En ese momento mi vida pasó de ser algo sin a penas sentido para ser la mejor de las vidas posibles. Mi mujer siempre consiguió levantarme el vuelo pero esto hizo que mi vuelo fuese aún mayor. Doy gracias desde ese día a mi mujer y a mi hija por estar conmigo.
Esta historia se la quiero dedicar a mi amigo Sergio que hoy cumple diecinueve años. Puede que no entiendas el porqué de esta historia pero yo te la explico. Hay días, momentos en los que crees que nada puede ir a peor pero te das cuenta de que cada detalle, cada recuerdo con gente como tú puede cambiar las cosas para mejor. El nacimiento representa el nacimiento de un conjunto de grandes experiencias vividas desde el momento en que te conozco. Gracias por estar ahí amigo, te quiero.
César Craravaca Martín@Cesar870621345
César Craravaca Martín
pocas veces me han echo que se me salten las lagrimas hoy este gran amigo lo a echo con sus palabras!! muchas gracias cesar sigue así lo vales y mucho!!!!!
ResponderEliminarMe alegro mucho! Quería hacerte un regalo especial y de alguna manera poder devolverte todo lo que me has dado. Tú si que vales!
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